Benedictinos
San Benito de Nursia fundó el Monasterio de Monte Casino (Italia) en el siglo VI, y redactó una Regla que con el tiempo dio lugar a la orden monástica benedictina, referente de las órdenes monásticas creadas con posteridad.
En 910 tuvo lugar la fundación del monasterio de Cluny, con la vocación de mantener la estricta observancia de la Regla de San Benito.
Cistercienses
En 1089, San Roberto de Molesmes, acompañado de varios seguidores, fundó el monasterio de Cîteaux (Císter), donde los monjes anhelaban llevar una vida ascética en absoluta pobreza y perfecta soledad, subsistiendo con su propio trabajo. Esta renovación de la vida monástica suponía una crítica a la interpretación cluniacense de la Regla Benedictina.
Camaldulenses
San Romualdo instituyó en 1012 el Sagrado Yermo de Camaldoli, con celdas rodeadas por un muro para poder vivir como ermitaños. Después fundó en Val de Castro un monasterio donde poder llevar vida cenobítica. De estos dos modos de vivir el monacato surgió la Orden Camaldulense, que se regía por la Regla Benedictina.
Premostratenses
San Norberto de Xanten fundó en 1120 una nueva Orden de Canónigos Regulares, y estableció un monasterio en Premontré (cerca de Laon, Francia). Fue su discípulo, el Beato Hugo de Fosses, quien organizó la Orden, para lo que recurrió a la legislación cisterciense.
Cartujos
A comienzos del siglo XI, San Bruno, acompañado de seis eremitas y contando con la protección del San Hugo de Grenoble, creó un monasterio en el valle de Chartreuse en los Alpes, dando origen a la Orden de los Cartujos, que suponía una reforma de la Orden de Cluniacense.
Jerónimos
San Jerónimo, autor de la Vulgata, no fue el fundador de la Orden Jerónima, sino que fue tomado, a mediados del siglo XV, como modelo por varios grupos eremitas de Italia y España. Este movimiento religioso basó sus comportamientos en el alejamiento del mundo, la penitencia y la reflexión sobre las Sagradas Escrituras.
